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LA ROMA DE LÍPEZ : MARAVILLAS EN MONTAÑAS DE SUD LIPEZ


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[align=justify]El camino es una culebra que asciende, asciende y abraza a las montañas. Han transcurrido 30 minutos desde que partimos del pueblo de Guadalupe en un vehículo de doble tracción que levanta nubes de polvo a su paso. (No ha llovido en un mes, no es bueno para los Lípez).

 

 

4.000 metros, una planicie enorme espera con paisaje de cordillera y viento que intimida. Al sur se eleva el Bonete, un cerro rojo con pinceladas de cielo. Al sur — menos coqueto, más imponente— el Maruko. Y al este, la maravilla: Blanca y enorme, una ciudad —con catedrales, columnas, coliseos— que flota en las alturas.

 

“ésta es nuestra Ciudad Roma”, presenta Ramón Quispe y muestra la urbe inmensa, tallada en marmol de colores; plagada de edificios, torres e iglesias de estilo gótico y barroco que no pudo tener mejor arquitecta que la naturaleza terca y eterna.

 

Hace siete años, Quispe — 51 años, padre de once hijos y líder de su comunidad— no había escuchado hablar de Roma, la europea; pero como todos sus paisanos del pueblo de Guadalupe poesía los secretos de esta Roma, la de las montañas de Sud Lípez .

 

“Desde nuestros abuelos, conocíamos estas formaciones geológicas como las Torres — cuenta el profesor Cirilo Acho Villca nacido en Guadalupe hace 38 años— Eso fue así hasta que, hace unos siete años, vino a la comunidad un suizo: Daniel Shapi”. De Shapi se sabe poco: es un hombre mayor, aparentemente jubilado de la industria vitivinícola, viajero empedernido y, eso sí, aventurero enamorado de los Lípez. Un día llegó a Guadalupe en un vehículo bullicioso que encantó a los niños y, en perfecto castellano, contrató guías locales. Así conoció la maravilla de las montañas y la bautizó Ciudad Roma, por las evidentes similitudes de las rocas con las formas de los edificios de la capital italiana.

En los siguientes años, dos veces más el auto bullicioso de Shapi rompió la tranquilidad de Guadalupe. “Y además nos mandó a sus amigos de Francia y Suiza, que necesitaban alojamiento, querían guías. Ahí nos dimos cuenta que tenía futuro el turismo comunitario”, añade el profe.

 

Guadalupe, la del milagro

 

Dos hileras de casas de adobe arman la única calle de Guadalupe. En medio está la iglesia, recientemente reconstruida, que cambió la piedra de sus muros por ladrillo, resignando así siglos de historia.

 

La saquearon tres veces en la última década; tres veces viajaron los comunarios hasta Potosí para presentar la denuncia del robo de lienzos y platería; y tres veces volvieron derrotados.

 

 

Ubicado en la provincia Sud Lípez del departamento de Potosí, a medio camino entre Tupiza y Uyuni, el pueblo de Guadalupe está orgulloso de sus orígenes milenarios. “Hay pinturas rupestres en todos los cerros cercanos”, cuenta el profesor Cirilio.

 

Desde tiempos precolombinos fue una importante mina de plata y oro y aún hoy se encuentra el rico mineral en los lechos de ríos. “Los españoles tenían aquí un ingenio. Hasta ahora hay un molino enterrado en la plaza”, recuerda Quispe.

 

A la Colonia, precisamente, se remonta el nombre del pueblo. “Hace muuuchos años la señora Martina Ávalos había estado pastando sus ovejitas en la cueva del frente (y señala la montaña Runamino Orko). Allí se le había aparecido la virgen de Guadalupe. Era un 4 de diciembre, por eso aquí es fiesta ese día”, cuenta don Ramón.

 

Las 65 familias que viven hoy en Guadalupe basan su economía en la agricultura y el aprovechamiento de lana de vicuña.

 

“Pero ahora ya no hay jóvenes; sólo estamos los viejos y los ch’itis. Desde hace años, los chicos se van a Villazón o a La Paz para buscar trabajo. Por eso hemos dicho: “hay que hacer que se queden”, explica Ramón Quispe. Con ese objetivo nació el emprendimiento turístico comunal que tiene a Ciudad Roma como atractivo.

 

Seis vecinos del pueblo, pioneros en la iniciativa, han construido albergues para los turistas en sus casas. 24 camas están disponibles en el pueblo (a 35 bolivianos, con desayuno incluido), se ha habilitado comedores y servicios higiénicos. “Hemos tenido el apoyo del Centro Inti, que nos ha traido un especialista en turismo para que nos de apoyo técnico y de la Fundación Siembra que nos ha apoyado con muebles y equipamiento de dormitorios y comedores.

 

Ahora somos seis pero vamos a ser más los comunarios que trabajemos en ésto. Y todo es por los niños... para que tengan futuro y nos e vayan”, dice el profesor.

 

 

A las excursiones al complejo lítico de Ciudad Roma, a la oferta se suman paseos a los cerros que rodean el pueblo, visitas a las aguas termales; expediciones en busca de oro; ofertas, tejidos de lana de vicuña y las historias añejas de minas fantasmas, maldiciones del tío y tradiciones lipeñas.

 

El gran problema, sin embargo, es la falta comunicación que aisla a Guadalupe. Urgen los servicios de telefonía. Desde hace meses, la iniciativa de los comunarios es promocionada por dos empresas de turismo: Estrella del Sur con sede en Uyuni; y Lipi Tours, en Tupiza.

 

Todos los caminos van a Roma

 

Después de la visión de la ciudad de las montañas, nada es igual. El camino sigue sinuoso hasta llegar al Bosque de piedras, donde comienza el primer paseo turístico. Hay que tener buen estado físico, resistencia a la altura y buenos zapatos para ascender unos mil metros hasta llegar a un segundo mirador. Vale la pena.

 

Enormes piedras han adquirido en siglos de erosión eólica las formas más extrañas. Según iniciales estudios geológicos, en su mayoría se trata de areniscas e egnimbritas (originadas de la espuma de flujos de lava petrificada). Estas rocas ígneas labradas con la fuerza del viento invitan a un festín de imaginación.

 

A la derecha, está ‘Ratón Mickey’, una piedra —casi un cerro— que parece tener orejas. A la izquierda, ‘El buho’, monumental estructura con todo y plumas aparentes. Tres comunarios guian la expedición y comparten los nombres con que han bautizado a los líticos: ‘Puente de los suspiros’, ‘Cocodrilo’, ‘El tata cura’.

 

“Adentro hay cuevas enormes que tienen lagunas subterráneas. Uno necesitaría hasta siete días para conocer todo lo que tiene Ciudad Roma”, explica Diego Kori. Con 27 años, este lipeño padre de tres niños es el más joven de los emprendedores turísticos. En 2008, junto a sus compañeros, se internó una semana en el complejo lítico para determinar las rutas seguras y atractivas para los visitantes.

 

“Tenemos hartos paquetes para todos los turistas; hay para las personas mayores y también para los jóvenes ágiles”.

 

Estamos a 4.000 metros de altura. Arriba un cóndor sobrevuela a los intrusos y está tan cerca que permite ver su plumaje. “Algunos han venido aquí específicamente a mirar cóndores; cerca están sus nidos”, explica Ramón Quispe.

 

Desde la cima del ‘Mirador de las Catedrales’, Ciudad Roma adquiere dimensiones aún más espectaculares. Las formas de iglesias, columnas, torres extrañas se acentúan y lucen colores que van del blanco al morado, pasando por ocres y cafés. La pigmentación en capas de las montañas es producto de una sedimentación que se remonta a antiguos siglos.

 

Dos horas apenas son suficientes para contemplar la maravilla que ha creado el viento en las rocas. Ciudad Roma cambia, sus formas se reinventan a cada instante obedientes a los caprichos de la luz solar. “Nosotros hemos crecido aquí; aquí mismo jugamos de pequeños pero no imaginamos que estas torres de piedra nos podían ayudar. Ahora queremos que todos vengan, que conozcan nuestra Ciudad Roma”, invita don Ramón Quispe

 

De vuelta a Guadalupe, esperan curiosos los niños que han salido de la escuela. Les gustan los autos pero ninguno como aquel bullicioso carro que un día llegó a la comunidad para bautizar la ciudad que flota en las montaña de Sud Lípez .[/align]

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